martes, 24 de enero de 2017

ME PARTO CONMIGO

Hace relativamente poco, quedé con un relativamente ex (algo). Un asuntito de verano que quedó en un “ya hablaremos más adelante”.
Lo pasamos bien unas semanas, buen chico. Creo que yo no estaba preparada para mantener nada porque me encontré a alguien (él), que no lo estaba. Y el planeta te manda exactamente lo que necesitas y lanzas. Una muesca más en el revólver, un disgustillo – illo - illo más. Un “hemos estado algo cerquita”, un “ya vamos viendo”, un “fue bonito una semana”. Le tengo cariño, nos tenemos cariño. A veces, incluso, le he echado de menos. Cosas de estar solo.  Supongo.

Pues eso, que quedamos dos meses después del último hasta luego, algo dramático por cierto, algo innecesario también. Dí mucho en este tinglado, en mi línea de dar sin medida, incluso a veces, sin sentido. Un lo hago todo y hago mogollón, una forma muy yo de hacer las cosas. Una forma que veo bastante repetidamente en sesiones.

Quedamos, sí. Reconozco que con algo de tensión por mi parte. Al menos al principio, luego se fue disipando. Una caña, un billar, un piti… y palique.

Y allí me encontré, contando peripecias, andanzas y anécdotas de los últimos dos meses, dando mucho en esas dos horas, no para gustar, sino para llenar. Qué natural es todo, cuánto hablamos, qué buen rollo, buen rollazo, sigue habiendo buen rollo. Qué cosas tiene la vida…

Qué bien me siento, pensaba. No hay dolor.

Llego a casa, el muchacho estaba cansado, detalle por su parte acercarse a donde yo estaba, mi sitio, mi playa, mis cosas. Mi costa. Me voy a la cama: “joder, la verdad que he estado muy bien, me he encontrado, a gusto, la verdad que este tío y yo hablamos de maravilla, qué risas, ¿no? Parece que el tiempo no ha pasado mucho, podríamos crear una prolongación de aquel veintialgo de agosto y ponerlo en este algo de diciembre, casi no se notaría… al menos en lo que a diversión y trato humano se refiere…”

AAAAAAAAAAAAAAAAAALTO!!!!!!!! Sin darme ningún golpe en la cabeza, reanalicé la situación, mi Pepito Grillo saltó cual resorte:

-       a ver bonita… ¿cuánto has hablado tú?, un 80%
-       ¿Cuántas anécdotas has contado tú?, 9 de 10.
-       ¿Cuántas veces has hecho el payaso tú? … 9 de 10
-       ¿lo has propuesto todo tú? Pues va a ser que sí…

Joder Diana, ¡qué bien te lo has pasado contigo! ¿no? , a ver si para la próxima haces menos…


Ayyyyy Pepito chico, es que eres un cabrón, no me pasas una… no me das tregua amigo… pero la verdad que es cierto, ¡ME PARTO CONMIGO! A ver si para la próxima, me lo paso bien con el otro…

martes, 17 de enero de 2017

MIEDO A QUERERNOS

Así como suena. Tenemos miedo a querernos. Nunca somos demasiado guapos, altos, flacos, gordos, listos, creativos, rápidos… siempre falla algo. Estoy metida de lleno en el tema del cambio de pensamiento, cómo reprogramar la mente para que mis pensamientos sean positivos y terminar la ristra de mensajes negativos hacia mi persona. Pensaba que no me lanzaba muchos pensamientos negativos, hasta que he prestado atención a este tema. Y sí que lo hago oye, vaya que si lo hago.

Estaba viendo un vídeo acerca de esto y comentaban el simple ejercicio de agradecer lo aprendido, incluso a personas que nos hicieron sufrir, nos sentimos molestas o, simplemente, la relación no funcionó, relación de cualquier tipo de índole. Muy bien mandada, aquí servidora, paró el vídeo y a bote pronto se me pasaron unas cuantas personas por la cabeza, a las que, en voz alta, agradecí lo que aprendí de la experiencia:

-       Natxo, gracias por hacerme sentir cuidada.
-       Rubén, gracias por tantos años de amistad.
-       Sergio, gracias por enseñarme la entrega de un padre.
-       Jaz, gracias por hacerme ver la sensibilidad de los otros aunque yo pensara que mi mal momento personal, no se iba a notar.

Y así unos cuanto más.

Me sentí bien. Entendí que todos lo hicimos lo mejor que pudimos y sabíamos porque, hablando en plata, nunca existieron ganas de joder.

Seguimos con el vídeo:  auto-amor, la autora invita a que nos miremos en un espejo, a los ojos y nos digamos: te quiero, muchísimo, te quiero con profundidad y respeto. Te quiero.

Eran las 4 de la mañana y decidí posponer mi declaración de amor. Además me parecía una buena forma de empezar el día siguiente. Un orgasmo espiritual. Y así, hoy, tan campante, de un brinco me he levantado y me he dirigido al espejo. Me he mirado, me he reconocido y me he declarado…

Lágrimas, eso es lo que ha salido, Y no ha tardado mucho tiempo. Apunto que no soy alguien de lágrima fácil, no suelo dejar mucho espacio al llanto. Soy más bien estilo corcho, en cuanto veo emoción salgo disparada hacia arriba como un corcho en el agua, veloz, sin miramientos, para no estar ahí abajo. También he sentido cierta vergüenza: - “Yo… ¿diciéndome esto? ¿me lo merezco? ¿lo creo de verdad?”. “No soy digna… ¿no soy digna? ¿qué? ¿estoy tarada?”.

Soy perfectamente capaz de ver belleza en mi gente, no me cuesta decirles que les quiero, me gusta e incluso lo necesito, ¿y a mí?


Probad…

Diana

martes, 28 de julio de 2015

Cuando jugábamos a tirarnos piedras

Nací en los 80,  treintaypico años más tarde, considero que fui una niña feliz y con una infancia muy normal, que se desarrolló hasta los 90. Por entonces nuestra vida social se desarrollaba en el parque o la urbanización de casa. Teníamos múltiples juegos como “El pañuelito”; hacíamos dos equipos y uno de nosotros se ponía en el medio, a una distancia equidistante entre los dos equipos, e iba cantando números que, previamente distribuidos entre los dos equipos, marcaban la salida de los jugadores. Cuando uno de los equipos tenía un integrante más, generalmente por ser número par, uno del equipo se encargaba de defender dos números en vez de uno.
Recuerdo con especial cariño cuando bajábamos a la calle y nos dividíamos por equipos para, aprovechando las baldosas del suelo, jugar a “batear”, sin bate; el brazo era el bate. Con normas nuestras que “a veces” tenían algo de similitud con las del béisbol, pero siempre respetadas por todos.
Existía también la pídola, la comba, la goma, la gallinita ciega, el escondite, un-dos-tres carabin-bon-ban, la peonza, canicas, chapas, etc.
A veces, y desatando las malas pasiones, los “enemigos”, eran los niños de la urbanización de enfrente o los del “otro bloque”, y se organizaban batallas campales a base de globazos de agua que, en ocasiones, hacían daño, cuando te daban en mal sitio. Alguna vez, aunque esté feo y no fuera lo más recomendable para llevar a cabo, hubo cambio de globos por piedras, con consecuencias más graves que se saldaban con un cabreo permanente hacia los de “el otro bloque”, bronca de los padres y unas tiritas.

Paseo por la calle y ya no hay niños, si bien es cierto que veos niños muy pequeños, en carrito o silla con sus mamás, sobre las cinco de la tarde, echo de menos esos grupitos de 7 a 13 años, sentados entre el asiento y el respaldo de un banco, ideando el siguiente juego para echar la tarde.

Hemos sustituido los grupos de niños y los juegos, por consolas, televisiones, y smartphones, así que, cuando veo niños, van en parejas o grupos de 3 o 4, mirando cada uno su smartphone; jugando a algo, descargando aplicaciones, “whatsappeando” o navegando por Internet. Y a mí me da una pena terrible. Me alegro de haber vivido otra infancia. Una infancia que me ha dotado de ciertas capacidades.

Mientras tanto las empresas invierten dinero en formación, de hecho soy facilitadora y, semanalmente, observo los intereses empresariales que tienen las compañías, para el desarrollo de habilidades en sus trabajadores: empatía, asertividad, negociación, toma de decisiones, etc… muchas de las dinámicas que llevo a cabo en estas jornadas son realizadas por personas de entre 27 y 45 años, personas que tuvieron una infancia muy parecida a la mía, y que, ante ciertos “role plays” echan mano de recuerdos infantiles y de estos juegos de grupo que llevábamos a cabo en los 90 y, que hoy, podrían ser llamados de equipo.

¿Tendrán la misma soltura a los 40 años, los niños que hoy tienen 10? Porque hoy muchas empresas pagan por enseñar a sus empleados, lo que muchos pudimos desarrollar a los 10 años y que hoy en día no se está desarrollando: ¿acaso no es una negociación, obviamente a otra escala, decidir quien de los integrantes de aquel grupo infantil llevaba más “carga de trabajo” en el juego del pañuelito? ¿no desarrollábamos la escucha activa? ¿acaso no aprendimos a trabajar en equipo? ¿estrategia con los globazos? ¿confianza en tu equipo?
Las habilidades se pueden aprender, mejorar y desarrollar a una edad adulta, pero sí que tendremos que invertir más tiempo y recursos para lograrlo, mientras que en la infancia, forjamos nuestra personalidad, integramos sin darnos cuenta y aprendemos jugando, que bien es sabido que es uno de los mejores sistemas de aprendizaje que existen. Si apagamos los smartphones dotaremos a las siguientes generaciones de habilidades de liderazgo, tan demandadas y buscadas hoy en día, estaremos ante personas con una empatía natural y unas dotes para gestionar equipos que afortunadamente no se adquieren bajando una aplicación.

Reimagínate.

lunes, 4 de agosto de 2014

EL VALOR DE LO SIMPLE

A mi Hercita, porque esto es una mala gripe...

Hace unos años, estaba con una amiga y uno de mi mejores examigos en mi casa; temas serios entre risas, hablo sin hablar y digo sin decir. El eterno tema: EL AMOR.
Cada uno aportando, debatiendo, poniendo en común… ¿qué sirve? ¿una relación complicada? ¿algo simple? ¿fácil? ¿las cosas poco a poco? ¿pelotazo? ¿flechazo? Hasta que… llegó la “Navaja de Ockham”.
Si miramos por Internet, hay mucha información sobre lo que quiere decir esta teoría, pero si lo resumimos y simplificamos en una idea podríamos decir que la “Navaja de Ockham” es una teoría que dice que ante varias explicaciones posibles de un hecho, probablemente, la solución correcta sea la más sencilla.
Navaja de Ockham y amor, amor y Ockham…

¿Y qué tiene que ver? Ockham se puede aplicar a todo… pero apliquemos “al tema”, el amor.

Chica y chico se conocen, hablan, tontean, se dan teléfonos, se mandan whatsapps, quedan, se lían.  Hasta aquí va bien.
Los próximos días son cruciales, ¿sigue la continuidad? ¿Ha disminuido el interés? ¿ha aumentado? ¿sienten cosas?
Uno de los dos “nota” que decrece. No hay tanto mensajito, ni tanta atención, propuesta de cita y declinación:

-          Hola! Q tal? Cm va tu día? Yo bien, much curro.
-          Yo tb, stoy hasta arriba.
-          T aptc si nos vmos sta semana? Marts o jvs?
-          Puffff la tng complicadísima, mi compi esta de vacas y tng su parte y la mía.
-          Ammm y el finde?
-          El find? Puf tng a la familia aquí q vienen d visita.
-          La siguient?
-          Ya t voy diciend,pq cm esto siga igual voy a tner q currar dsd la cama, vale?
-          Ok, ya m dics, 1bso.
-          Bso!!!

Leerá y comentará la jugada con sus amigos/as:
-          Bueno, tu espera a ver qué pasa ¿no? La cita aquella fue muy bien, está currando y ya se sabe, cuando los compañeros se van de vacaciones o están de baja, el que se queda se come todo. Y si viene la familia el finde, pues me dirás qué panorama.  Esto no me parece tan grave.

Y ahora entra la crudeza de la Navaja de Ockham: NO TIENE SUFICIENTE INTERÉS.

Eso es lo que pasa, que esta persona no tiene suficiente interés en tu persona, por uno u otro motivo, no le has encajado. No ha vibrado y cualquier excusa es buena para que esa segunda cita no se produzca. Con esto no quiero decir que una persona no pueda tener una semana complicada o vengan sus tíos de Albacete de visita y coincida todo eso en el mismo espacio de tiempo, pero si somos honestos con nosotros mismos, si yo tengo un interés real y suficiente en la otra persona, remuevo cielo y tierra para poder dar muestras de predisposición y ganas, o saco un rato para un café a media mañana, o saco lo que haga falta sacar.


Es por ello que mi amiga y mi exmejor amigo decidimos aplicar Ockham en el amor,  ella sé que lo aplica, él no sé.  Imagino que sí. No inventemos, no alimentemos historias con final agrio, demos valor a lo simple porque “LO QUE ES; ES”

miércoles, 4 de septiembre de 2013

¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!!

A Cris Rubio, por ser una constante motivación.


Siempre he pensado que el año empieza en septiembre, nunca me ha dado la sensación de que enero tenga más importancia que septiembre. Si quitamos la parte religiosa, a la que cada uno le puede dar mayor o menor valor.

Septiembre: el mes del nuevo curso cuando íbamos al cole. Para mí era un cambio de vida.  El cambio de vida que puede ser para un niño. Pero vaya, que se me ha quedado a mí lo de septiembre.

Acaba de empezar el mes que nos ocupa, con el pertinente análisis por mi parte de lo que espero para este año. Empieza la retahíla: laboralmente tengo que hacer más esto o menos esto otro, tengo que dejar de fumar, hacer más deporte, me voy a apuntar a clases para estudiar otro idioma, tengo que leer más en inglés, voy a ir a intercambio de conversación, perder un par de kilitos, cuidar más mi alimentación, bla bla bla bla…
En mi defensa, y porque está bien “echarse flores” y reconocer méritos propios, he de decir que ha habido años que he conseguido hacer algunas de esas cositas que me había propuesto en mi comienzo de año particular.

Pero esta vez va a ser distinto. Voy a pedir para este año otra cosa. Otra cosa de la que hablé con mi tata Cris hace ya un tiempo. Basta de pedir no fumar, cuidarse más, comer mejor, hacer más deporte, trabajar más, decir más “te quiero” a los míos y todas estas cosas que empiezan fuertemente y acaban, muchas de ellas, en el baúl de los recuerdos olvidados.

Estábamos ella y yo un día, esta vez sí, a final de año, enfrascadas en una de nuestras buenas conversaciones, esas que se echan de menos cuando no se tienen. Esas que nos gustan a nosotras y que siempre acaban con un “te quiero tata”. De las buenas.

Y Cris, mujer inteligente y gustadora de hacer pensar a la gente, me propuso valorar qué pediríamos para el futuro. Tras un ratito de opinar, discutir y valorar que era lo más importante, creo que ella dio con la clave de la cuestión:

-“He decidido que, para este año, voy a pedir una única cosa: CONSTANCIA”.


¡Y vaya cosa que pides, amiguita!. Pides la clave de todo, pides tener la fuerza suficiente para no caer, para no cejar en el empeño, pides ese trabajo que hace que algo funcione, pides pasión, ilusión, amor… porque sin ello no hay constancia. ¡Qué arma y qué gran cualidad personal ser constante! Entre las personas que triunfan, hay tantos y tantos “constantes”… personas que aun sabiendo que algo era complicado, creyeron firmemente que con trabajo y tesón se podía lograr. Pero querida amiga, con tu permiso, aparte de robarte la constancia para mi particular nuevo año, voy a aderezarla un poco con otra cosa, con MOTIVACIÓN. No perder nunca la motivación para seguir en esa constancia. 

Diana
@reimaginatec

jueves, 27 de junio de 2013

CUANDO TU PAREJA ES TU HIJO/A


 A tí.


En un primer momento este post se iba a llamar: “Tener una pareja o tener un hijo/a”, pero parecía que se trataba de poner al lector ante la disyuntiva de elegir si una cosa  o la otra. Y de esto no va la cosa.

Seguro que todos tenemos alrededor un ejemplo de esto que quiero comentar, o incluso somos nosotros mismos.
Este tema se me empezó a pasar por la cabeza, cuando hace unos años, leí “Las mujeres que aman demasiado” de Robin Norwood, trata sobre los efectos que causa tener parejas con dependencias, pero no los efectos sobre los dependientes, sino sobre las parejas que acompañan a estas personas. Creo que esto podríamos llevarlo a otro nivel, no tan relacionado con las toxicomanías.

Hay parejas que están compuestas por un padre/madre y un hijo/a, es decir, a veces un chico se empareja con una chica que tiene papel de hija; una mujer dependiente, que necesita consejo todo el rato, que necesita ser cuidada, saber que alguien fuerte y “que sabe” está ahí para guiar su camino. La pregunta es: ¿quién es este padre o madre? ¿por qué realiza esta función?

Vamos a centrarnos en esta figura, en la persona que ejerce de progenitor ¿qué le lleva a necesitar este papel? Creo que podríamos enfocarlo a la necesidad de sentirse imprescindible, o repitiendo el propio concepto “la necesidad de sentirse necesario”.
Este tipo de personas, sólo entienden la pareja cuando ésta, necesita constantemente del otro, si esto no se da, no se sienten necesarios, queridos, ni valorados. Se sienten fácilmente reemplazables.

Recuerdo el caso de Ignacio, un chico fantástico que empezó a salir con una chica con unos problemas personales de gran envergadura, Esther iba a terapia debido a una familia desestructurada por la desgracia y su terapia iba acompañada de medicación, Ignacio hacia de padre de Esther, apuntaba sus horas “de pastilla”, sus citas con el terapeuta, gestionaba sus bajones, apaciguaba sus alegrías y era muy común escucharle decir:

-       “Estheeeeeeeer que eso no te convine…”

El comentario, no es dañino en si mismo. El problema de este comentario era que lo hacía, incluso, cuando ella estaba disfrutando de algo.

Pero hubo un día  en el que Esther empezó a mejorar, dejó de tomar medicación, de ir a terapia, consiguió la paz y la estabilidad ansiada. E Ignacio ya no le servía, él no hacía más que recordarle sus malos años, su abismo. Incluso de vez en cuando le escuchaba decir: “aún no cantes victoria, que lo has pasado muy mal…” Esther comenzó a sentir que con Ignacio y su anclaje en el pasado no podría evolucionar.
Así que le dejó. Y se buscó a otro, otro que no le recordaba esos años, años de aprendizaje pero duros, si, y olvidables. Ignacio había sido un salvador, pero ya no le necesitaba. ¿Y él? Él no entendía nada… con todo lo que había hecho por ella… ¿cómo Esther no se daba cuenta de que él era necesario? ¿así le agradecía todo su esfuerzo?
“¡Quiere evolucionar! ¡Conmigo ha evolucionado! ¿no podemos seguir evolucionando? Ya se dará cuenta, cuando recaiga, de que YO era su seguridad…”

¿Es Esther una egoísta? Él ya no le sirve… No lo creo. Simplemente necesitaba pasar por un proceso e Ignacio realizó el papel perfecto…  Un papel por cierto, que nadie le obligó a tomar y que adoptó gustoso por su “necesidad de ser necesario”.
Eso sí, si hablamos de amor de calidad, es otro tema.

lunes, 8 de abril de 2013

¿Put- estrés o gracias estrés?

A Miriam y Pilar, por inspirarme

Últimamente estoy atravesando una temporada bastante estresante debido, como
muchos saben, a un proyecto personal que me traigo entre manos. Ya sabemos lo
que ello implica: acostarse tardísimo, levantarse demasiado pronto o incluso en
medio de la noche, no desconectar, poner en una balanza lo que te estás jugando,
controlarlo todo, perder cosas positivas de tu rutina, etc. Sé que es una temporada
porque en cuanto esto esté “en el aire”, espero que las aguas vuelvan a su cauce.

El otro día iba por la calle y, cómo no, iba pensando en mi proyecto. Es algo que
está ocupando el 95% de mi cabeza y tiempo (pido perdón a mi familia y amigos
por mi falta de dedicación) y noté un pinchacito en mi codo izquierdo. Advierto
que no soy muy hipocondríaca, pero recordé, hace unos años, cómo a mi padre,
que empezó con un dolor en la muñeca y que tres días más tarde subió al hombro,
le derivó en una angina de pecho. Así que me paré en seco:

- Ostras, ¿qué es esto?

Claramente no me estaba “pegando ningún mal” pero a mí, que me gusta escuchar
el cuerpo, me hizo pensar. Y para colmo, quedo con Miriam, psicóloga humanista y
experta en estos temas, que me ratifica algo de lo que yo ya estoy convencida hace
muchos años: El cuerpo habla. Mi encuentro con Miriam: otro globo sonda.
¿A qué estrés me estoy sometiendo?, ¿dónde pongo el límite?, ¿tengo que decir
“hasta aquí he llegado”?, ¿Qué hago para pararlo?.

Y llevo pensando unos cuantos días. El otro día decidí cambiar la forma de mirarlo.
Me he replanteado la pregunta: ¿qué estoy aprendiendo de mí en esta situación?,
¿me gusta lo que veo?.
Y bueno, evidentemente, el estrés no me gusta, pero sí que estoy viendo cositas de
mí que me están sorprendiendo para bien. Me he dado cuenta de cómo en otros
trabajos no me habían motivado suficientemente bien, ya que ahora que estoy
motivada al 1000%, lo doy todo; estoy proactiva al máximo, alerta, con mis cinco
sentidos a pleno rendimiento. Y durante una temporada me sentí mal, sentía que
no era muy válida trabajando, que no me “autosacaba” partido y que no daba ni el
50% de lo que podía llegar a dar. Cierto es que la motivación es interna, pero estoy
viviendo en primera persona la importancia de sentirse parte de un proyecto, de
vivirlo, del lenguaje positivo y, por qué no, de la automotivación desde la música y
el arte. Tendré esto muy presente.

Y de la música quería yo hablar, hoy hablando con la maestra Pilar ha dicho algo
que me ha llegado… “necesitas ser consciente de tu ritmo, para no perderte la
música”. Y eso voy a hacer, tomar consciencia.



Diana